Biggie: I Got A Story To Tell
Hace algunas semanas, Netflix subió a su parrilla de documentales, en la que, de lejos, se concentran sus mejores producciones originales, un documental llamado Biggie: I Got A Story To Tell que merece la pena para abrir esta nueva sección, titulada PML: WATCHLIST
Se trata de un filme dirigido por Emmett Malloy, usual colaborador de artistas como Jack White, The White Stripes, Ben Harper o Jack Johnson, además de responsable de cintas como The Tribes of Palos Verdes, donde se hace una muy buena semblanza de Notorious B.I.G. como persona más que como artista, desde el enfoque de su familia y amigos más cercanos. Es decir, es un documental bastante íntimo, donde conocemos la historia de Christopher Wallace, el hijo de una madre soltera de origen jamaiquino, cuya desenfrenada vida lo convirtió en un ícono y mártir del hip hop, para bien o para mal.
El documental no teme en mostrar los orígenes de Biggie, cuando apenas era un niño y comenzaba en el rap con el seudónimo MC Cwest, en las calles de Bedford-Stuyvesant (o, simplemente, Bed-Stuy), uno de los barrios de Brooklyn más importantes para la historia del rap, de donde salieron nombres como el suyo, el de su usual colaboradora, Li’l Kim o Spike Lee, quien haría historia a finales de los ochenta y principios de los noventa con cintas como Do The Right Thing o She’s Gotta Have It, transcurridas en las calles del peligroso vecindario en plena ebullición de la cultura hip hop de la East Coast.
Es importante resaltar que el documental no solo establece una historia encaletada entre no más de ocho cuadras a la redonda de la casa de Biggie y el resto de miembros de su colectivo Junior M.A.F.I.A., sino que muestra cómo al rapero se le fue endilgado el orgullo del rap neoyorquino y ayudó a cimentar un movimiento que, sin timidez, plantaba frente, pecho y cuerpo a lo que se hacía del lado del Pacífico, donde NWA, Dr. Dre (quien merece su mención aparte) o Snoop Dogg, se consolidaban como leyendas.
Sus compañeros de batalla eran otros monstruos, como Tupac (con quien luego tuvo una muy publicitada pelea, y que, honestamente, aparece muy poco en el documental) o Puff Daddy, además de sus amigos de la infancia y de fechorías, quienes en su mayoría intervienen aportando testimonios valiosos sobre todo el struggle de querer convertirte en un rapero famoso, pero también querer ser un hustler venerado en su barrio, y, curiosamente, logró ambas.
Así las cosas, el docu plantea el enfrentamiento entre dos ideas casi opuestas en la mente de Biggie (el hip hop y ser un narcotraficante exitoso) que buscaban un mismo fin: Aspirar a un estilo de vida muy superior al que una enclaustrante Nueva York de los ochenta, en su momento más oscuro en tasas de homicidio e inseguridad, un joven afroamericano podría acceder, principalmente por la segregación y el racismo sistematizado en los Estados Unidos y por lo difícil que es (o, al menos, eso supongo) salir del mundo de las drogas cuando ya entraste y comienzas a verle el queso a la tostada.
Por supuesto, el documental no solo da un vistazo exclusivo con cientos de imágenes de archivo sobre el entorno más cercano del artista, sino que también ahonda en la importancia de su leyenda para la música en la Gran Manzana: Desde su meteórico ascenso y cómo reaccionó su familia, a su poderosa relación con Diddy y su peculiar forma de ver la música, influenciada por la música country que escuchaba su madre, su tío Dave, quien cantaba reggae en su tierra ancestral (Jamaica), pasando por el hecho de ser definido como un cantante de R&B más que un rapero por el mismo Sean Combs, por la forma en que cantaba y sacaba melodías que luego convertía en sus ya conocidas líricas cargadas de su carismática presencia y personalidad.
Biggie: I Got A Story To Tell tiene un enfoque especial con respecto a su muerte. La pieza no lo trata con un tono solemne, sino que copia a la reacción inicial de su deceso en las calles que lo vieron crecer y que su madre le aconsejó no visitar: La de total algarabía en vez de tristeza, pues el luto decidieron llevarlo como hubiese querido un ídolo que, como bien dicen en el documental, tocó y salvó la vida de muchos con su música, pero no logró salvar la suya propia.
Biggie: I Got A Story To Tell está disponible en Netflix a nivel mundial
Por Alejandro Fernandes Riera | @fernandesriera