Y lo demás serán recuerdos: 10 años de Indeleble de Los Mesoneros

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Corría el año 2006 y cinco chicos del Colegio San Ignacio ofrecían su primer toque. Ataviados con camisetas blancas pintadas con marcadores y en pleno inicio de la pubertad, Luis, Juan, Carlos y los dos Andrés se subían a la tarima de un acto de su colegio, uno de los de mayor tradición musical de Caracas, sin saber todo lo que vendría después.

Dos años más tarde, se inscriben nuevamente en el Festival Intercolegial Nuevas Bandas, una de esas primeras tarimas importantes a las que puede tener acceso una banda colegial en Venezuela. El recibimiento es tremendo y la gente sale prendada de las pegadizas canciones pop entonadas por una voz que, según coincidían todos, había que ponerle el ojo. Al final de la jornada, celebrada en el CELARG, el jurado otorga el premio mayor a Los Mesoneros. Era lo lógico, lo correcto. 

A partir de ese momento, y gracias a eventos como ese, entre otras giras colegiales, Los Mesoneros se convierte en una de las agrupaciones más seguidas de la nueva movida alternativa caraqueña, en la que ya se codeaban con nombres como VINILOVERSUS, a quienes muchos expertos señalan, con mucha razón, como la piedra fundacional del movimiento del V-Rock

En 2009, Los Mesoneros continúa su ascenso, aún sin música oficialmente en la calle, pero con una legión de seguidores en pleno crecimiento. Partían como favoritos, junto a los merideños Charliepapa y los desaparecidos Karnavali (Lasso + Okills), del Festival Nuevas Bandas de dicho año, en el que Fordelucs, de Puerto La Cruz, daban el batacazo y se hacían con uno de los títulos más codiciados -y criticados- de la movida, el de ser los ganadores del festival de rock más longevo de Latinoamérica. Una derrota que, en retrospectiva, y viendo otros casos del mismo festival, significó poco.

Llega 2010 y Los Mesoneros finalmente editan su primer testimonio musical: Un EP homónimo de apenas 5 canciones, que venía acompañado de una propuesta visual llamativa, con unos hermosos trajes de mesoneros diseñados por Rodrigo Gonsalves (VINILOVERSUS) que los acompañaron en cientos de conciertos hasta que, en 2011, dieron luz a Indeleble, un larga duración del que hoy celebramos con estas líneas su primera década de vida.

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El disco que todos se sabían antes de lanzarlo

Para aquel entonces, Los Mesoneros ya era una banda capaz de vender conciertos completos por sí misma. Su público eran chicos de su edad, que veían en letras como Incrédulo o No Puedes Ver, un espejo que podría resonar con pasajes de su propia realidad, porque venían de un contexto muy similar al de ellos. No era alguien fingiendo ser adolescente, sino que eran adolescentes que escribían letras con la ingenuidad que caracteriza a este hito madurativo, y esto jamás puede ser una crítica negativa, sino todo lo contrario: Es testimonio de genuinidad.

Antes de llegar a la tarima del Centro Cultural BOD / Corp Banca, donde presentaron Indeleble, Los Mesoneros cumplió un envidiable ciclo de crecimiento. Sus canciones rotaban en la radio, se les veía en cualquier cantidad de eventos tanto colegiales como de marcas privadas, además de los típicos shows nocturnos que la efervescente movida caraqueña disponía con bastante asiduidad en ese lustro dorado de 2008 a 2013. 

Estas presentaciones hicieron conocido su repertorio, incluso antes de que este estuviera grabado oficialmente en un estudio o tuviesen esos nombres finales. Canciones como Cuando Llega El Momento, Indeleble, Un Segundo o incluso Sol Rojo, se habían grabado en la mente de muchos antes de poder disfrutar de ellas en algún disco, y esto habla mucho de la conexión que el público ha tenido con Los Mesoneros desde el día 1. 

Indeleble vino al mundo tras un arduo proceso de preparación. Con el aval y buen hacer de su manager en aquel entonces, Gustavo Casas, y de Héctor Castillo en la producción, otrora bajista de Dermis Tatú y de la última etapa de Sentimiento Muerto, y que había engordado su currículo en los últimos años trabajando con artistas como Björk, David Bowie, Roger Waters o Gustavo Cerati, la banda presentó once tracks que, con la asesoría de uno de los productores más refinados de Latinoamérica, llegaron a un nivel de sonido que muchos quisieron emular en años posteriores en el país. 

Pocas veces se da el caso de que una banda llega al show para presentar su primer disco y la gente ya conoce sus canciones y las canta con ellos. Esto en cualquier parte del mundo ya es difícil, pero aún más mérito tiene que haya pasado en su país natal, pues un grupo en Venezuela no suele generar el interés de las más de 400 personas -y las que se quedaron por fuera, y las de otros estados- que caben en la sala doble del Centro Cultural BOD. 

También es cierto que ya muchas de las canciones se habían viralizado en privado mucho antes de la salida del disco, en plan “no se lo pases a nadie” cuando al menos media capital ya las tenía, y, de hecho, recuerdo haber asistido a un listening party en un local en la Cuadra Gastronómica y tener que pretender que no me sabía ninguna canción de las que había pasado varias semanas tarareando.

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Indeleble hacia afuera y hacia adentro

Ser uno de los discos mejor recibidos por la prensa y el público de ese año, sirvió para que Los Mesoneros se sentaran en la mesa de los grandes mientras apenas rozaban la veintena de años. Cuatro nominaciones a los Latin Grammys 2012 abrieron la puerta del grupo a otras fronteras, pero resulta interesante ver cómo otros grupos sintieron que era una suerte de reto subir el nivel de lo que estaban haciendo al ver el trabajo de Los Mesoneros con Indeleble.

Y esto no solo a nivel musical, pues es evidente que Los Mesoneros son de los que más contribuyeron a esa criticada etiqueta del sifrirock o del indie caraqueño, sino también a nivel de estética, narrativa y concepto. Sus videos de esa época sentaron las bases de la exploración audiovisual de Juanchi Sucre y su alterego, Clint Hardwood, que firma todas sus piezas desde Caiga la noche.

Aunque no fueron los primeros en hacerlo, muchas propuestas surgieron con atuendos uniformados como los que solía usar la banda en esa etapa, mientras que otros se animaron a acompañar sus álbumes, como la crisis lo permitiera, con un trabajo visual tan cuidado como el que procuró para el branding Pablo Martínez, ex-baterista de Caramelos de Cianuro y creador de la marca Hot Chocolate Design, donde hacía uso de imágenes nostálgicas aunadas al concepto que sugiere la palabra “indeleble”: máquinas de escribir, fotos polaroid, huellas digitales, etc., que venían incluidas en forma de fotos polaroid dentro del disco. Todo ese trabajo de diseño formó parte de una pequeña exposición, que también incluyó los trajes de neón de su etapa anterior y los grises (muy calurosos) de la era Indeleble, de la cual los asistentes al showcase pudieron disfrutar antes de entrar a la sala.

La huella del álbum también se puede apreciar en lo que sus compañeros de escena pueden decir sobre él. Rodrigo Gonsalves, de VINILOVERSUS, considera que es difícil poner en palabras lo significativo que es Indeleble para el legado de la música venezolana. “Es uno de esos discos fundamentales cuando hablas de nuestra generación, como Nuestra de La Vida Bohéme, El Día es Hoy de VINILOVERSUS y Licencia para ser libre de Rawayana. En esa categoría está Indeleble, que es un disco que representa la increíble calidad musical de estos músicos. Luis siempre ha sido un compositor excepcional. Yo lo llamo “el chosen one”. Por eso decidí hacer una banda con él, porque me di cuenta que estaba en la presencia de uno de los músicos más importantes de la historia musical venezolana y sabía que era solo el comienzo de lo que venía. Lo pongo en la liga de Simón Díaz y encima tiene a Juanchi y a Calin que hacen un gran team con él y son muy buenos músicos”.

A 10 años de Indeleble, Gonsalves también resalta que “Son canciones que permanecen indelebles en el tiempo y logran ser atemporales por su calidad. No se amarran a una etapa sino que son simplemente buenas canciones y que podrías escribir hoy en día y serían igual de excelentes y exitosas. Es un honor haber presenciado el nacimiento y crecimiento de una de las mejores bandas que sigue con la fuerza de ser la gran agrupación que siempre soñaron ser”

Álvaro “Ava” Casas, ex Americania y hoy con un fascinante proyecto solista, quien además comparte el nexo de haber estudiado en el mismo colegio que Los Mesoneros y haber ganado el Intercolegial Nuevas Bandas 2009, recuerda que “Lo primero que se me viene a la cabeza, es estar en el apartamento de los padres de Luis y ver cómo se iban creando esas canciones. Ver a Luis tocando en acústico y cómo las iban trabajando. Luego recuerdo que dieron con Héctor Castillo, y empezaron a pre-producir y grabar el disco. Héctor vino por un par de semanas y no coincidí con ellos en el estudio, pero luego me llamaron porque tenían que terminar de grabar las voces del disco y prácticamente iba todos los días para allá a terminar de grabar las voces y ayudarlos con eso. La primera vez que fui al estudio, a Tumbador, Luis me puso Ya no estoy y ya sonaba como ningún disco que había escuchado acá. Me impresionó la fuerza que tenían las canciones. Fue un placer y una experiencia grabar coros ahí. En uno de los temas donde más se nota mi aporte es en Máscara, que Luis y yo grabamos unas voces que quedaron muy finas”.

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Sobre su aporte, comenta que “Siento que es un álbum que cuando salió fue muy importante porque es un disco de pop rock muy sólido, que ayudó a hacer crecer a la movida pop rock y los hizo crecer en cuanto a público y musicalmente, porque trabajaron además con Héctor, que te lleva a crecer, a estar ahí, a superarte y a hacer lo mejor que puedas hacer y creo que ellos cambiaron como músicos”. Para él, personalmente, significa muchísimo “No solo por haber estado ahí y ayudarlos, sino porque soy muy fanático del trabajo de Los Mesoneros, pero me sigue pareciendo que es su mejor disco y para muchos de sus fanáticos es como una piedra angular”

Simón Grossmann, en cambio, ve a Los Mesoneros desde otra perspectiva. Al ser algo menor, creció con ellos como espejo. “Fue un disco que me mostró, junto a otras bandas de la misma escena, que sí se podía hacer música muy buena en Venezuela siendo un chamo”. “Cercano a cuando salió Indeleble, yo estaba creando una banda, estaba empezando a escribir canciones y ellos eran unos chamos que no solo eran cercanos socialmente, sino también en edad. Me llevan como tres o cuatro años, y ver a alguien con esa habilidad de escribir canciones, me ayudaron a crear consciencia de cómo escribir una canción, y creo que, hablando por mí y seguro por muchos, es un disco que todavía llevamos en nuestro morral y que nos influenciaron para hacer música”

Por su parte, Abeja, guitarrista de Rawayana, lo define como uno de los discos que más escuchó hace 10 años: “Siempre me vacilé demasiado la música que hacían Los Mesoneros. Y, para ese momento, siento que fue un disco que marcó y subió la barra de la movida musical en Venezuela”

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Henry D’Arthenay, vocalista de La Vida Bohéme, conserva un lindo recuerdo de cómo le acompañó el disco, que comparto a continuación:

Mi recuerdo favorito de “Indeleble” ocurrió en el ya difunto Discovery Bar. Mi compadre, Tobi, estaba de visita en Venezuela y le había prometido que, a la mañana, yo mismo lo devolvería a Austria si esa noche no le demostraba que en Caracas lo que había era buen rocanrol.

Esa noche bebíamos un licor hecho de corteza de árbol, un néctar extraño de Salzburgo que el buen Tobi había logrado escabullir en el peaje personal del SENIAT, y que nos había ‘engorilado’ hasta el punto de casi romper la puerta de un bar a máxima capacidad donde Los Mesoneros estaban ya a mitad de set. Tobi no iba a irse de Caracas sin rocanrol (...y yo, la verdad, tampoco tenía el dinero para devolverlo).

A la fuerza, irrumpimos a través de la puerta monolítica de metal de Discovery, partiendo en dos una muralla de gente conversando en la entrada, entre el vapor y el sudor que hacían del local una selva tropical; donde la posibilidad de un ron, francamente, se abandonaba al ver la cara de stress del bartender. Abriéndonos paso entre hombros y recibiendo pisotones hasta llegar al frente de la tarima.

Cuando llegamos al conocido y buscado “sweet spot” de sonido (es de frente a las bocinas, en la punta de un triángulo equilátero - imaginario - donde las otras dos puntas son cada bocina), fue EL NIRVANA de un rockero:

Era toda la frustración de ser adolescente en Caracas hecha una masa en movimiento, era sentir más allá de lo que en verdad la ciudad nos permitía mostrar. Una constante pendiente hacia arriba en la que Luis, Calin, Andrés, Juanchi y Belloso parecía nos jalaban al resto como un tractor hasta la cima.

Saltamos, gritamos: ‘pogueamos’...por lo que quedaba de un set de canciones que conformaban ese primer disco - 20 minutos a lo sumo -, cuando casi al final tocaron el title track “Indeleble”. Ahí, después de esa descarga, vi a Tobi - entre relaciones, en un país extranjero, yo su único amigo en kilómetros, sin saber mucho español - llorar. 

En el tope de la montaña de energía en la que me dejaron sentí una profunda e inconsolable soledad. La guitarra de Juanchi con el feedback del delay casi al máximo acurrucando mi mente. Aproveché la hipnosis colectiva, busqué dos rones y llevé a mi compadre al camerino para que la descargara sin tanta gente. 

Hasta el sol de hoy todavía pienso en “el tercer camino” al que se refiere la letra de Luis. Desde ese momento pienso en mis decisiones de vida y me pregunto si alguna cae en alguna de las tres: Decisiones en conjunto, decisiones dónde me excluyen, decisiones donde me retiro.

Al cerrar el show Tobi era un fan enamorado del rock venezolano (lo sigue siendo hoy). Ambos concordamos - y lo admito con envidia de diva y profundo respeto / admiración- que ha sido el mejor concierto de rock que hemos visto juntos.

Todavía creo que ha sido mi show favorito de rock en Caracas...mi show favorito de cuando era joven y tomaba decisiones sin decidir.

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Un gran salto

Indeleble es un trabajo tan poderoso que no se siente como un primer álbum. Es como el tercer disco de una banda, ese que finalmente la consolida como buena, y esto es de locos considerando sus edades y que no habían grabado un disco entero antes. Es un gran salto de calidad para la escena.

No con esto quiero decir que Indeleble sea un disco inmaduro, y tampoco creo que decirlo sería algo malo. Por el contrario, considero que Indeleble es un álbum con canciones que intrínsecamente forman parte de etapas importantes de las vidas de quienes lo escuchamos y maduramos con él, y, en especial, de quienes lo compusieron cuando aún estaban en el colegio. Nos suena a la ansiedad de ser un post adolescente figuring things out en un país al borde del colapso, a que nos rompan el corazón a muy temprana edad, a salir con tus panas a un toque todos los fines de semana, a una juventud que vivió el privilegio de tener una escena con bandas de altísimo nivel que podías ver en cualquier lado. Indeleble suena a la dualidad de la madurez y la inmadurez, a una búsqueda sonora en los lugares correctos, y a otro montón de cosas que olvidamos que sentimos y que la música nos ayuda a recrudecer, para bien o para mal. 

Le tengo un cariño potente a Indeleble y sé que es una colección de canciones que mi generación apreció en su debida intensidad. Le debemos ser una de las piezas angulares de lo que es la movida alternativa caraqueña en este momento, y servir de inspiración no solo para hacer las cosas bien, sino para algo tan simple como tomar un instrumento y decidir contar una historia. Tiempo después, es un disco timeless, de esos que una banda se debe sentir orgullosa de mostrar no solo por el éxito que le supuso, sino por la conexión que lograron en todos los que crecimos alrededor de él. 

Al final, tenían razón: “Solo el presente es lo que quedará / y lo demás serán recuerdos” y vaya que no los vamos a olvidar.

Por Alejandro Fernandes Riera / @FernandesRiera